Bob Dylan o el músico interminable

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La sordidez de una mañana con una resaca taladradora y demoledora se puede convertir, a través del balsámico efecto de la escucha de una música casi milagrosa, en una sobremesa de vermú esperanzadora, gozosa y revigorizante. Esta insospechada transmutación es lo que me sucedió tras varias escuchas del nuevo álbum de Bob Dylan. Lo sistemáticamente sigo buscando en cada nuevo disco que lanza: la auténtica emoción que solamente Robert Zimmerman puede expresarme; muchísimas veces he quedado defraudado, en tentativas vanas de poder ser acariciado por su inasible sensibilidad. Es la fidelidad a una sensibilidad violentamente individualista, lo que me permite experimentar destellos que destilan poder curativo. Bajo la textura gomosa de una aplastante sensación de agotamiento, la música de «Together Through Life» me dio la vida.

Su último trabajo viene avalado por su resurrección artística, comenzada con “Time Out Of Mind”, al que han seguido otros tres álbumes más de nuevas canciones. Dylan ha vendido su alma al diablo. Dylan quiere ser Robert Johnson. Encarnarse en Charley Patton

Vocación y reivindicación del sonido del mejor blues de Chicago: Dylan recurre en un tema al gigante Willie Dixon, uno de los bluesmen más fecundos en su oficio de compositor, además de contrabajista ubicuo en infinidad de sesiones del mejor blues y rhythm & blues de la historia.

Sin embargo, colabora David Hidalgo, el acordeonista de Los Lobos; y de repente el marco geográfico se confunde con el sur fronterizo. Un recorrido de Norte a Sur por la mejor música que nos ha legado América o, por lo menos, por la música que ha construido lo que hoy se llama rock.

Y está también Mike Campbell, el impecable guitarrista de los Heartbreakers de Tom Petty, a quien Dylan llamó, junto a su banda, para participar en una de sus ya interminables giras y facturar memorables conciertos.

Lo que sorprende de este álbum cristalino y sucio al mismo tiempo, es la frescura, la impresión de novedad de lo que estás escuchando, cuando lo que suena realmente es música voluntariosamente añeja, música nueva y antigüa a la vez. Estamos hablando de eternidad ¿tal vez? ¿Demasiado pretencioso? Al menos, concedámosle el marchamo de su autenticidad artística. Pocos pueden salir tan airosos como viene demostrándolo Dylan desde hace ya una década. Sin mencionar, obviamente, su aportación capital y seminal a la historia de la música contemporánea.

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]Un tipo adusto. El muy cabrón no incluye el libreto de las canciones en el compacto. El álbum, sus letras, las ha escrito junto al que fuera letrista de los Grateful Dead, Robert Hunter. Un viejo conocido de Dylan, por supuesto.

Mandolinas, steel guitar. Sí, Dylan se gira hacia el “country” también. Pero no sabrías decir. Son ingredientes para expresión de un artista tozudo.

¿Quién se atrevería a decir que lo artístico siempre está reñido con lo comercial? Dylan se ha aupado a los primeros puestos de las listas de medio mundo, como sucedió con su anterior trabajo “Modern Times”, y ya es número uno en USA y Reino Unido. Un fenómeno sorprendente para un tipo que ha hecho todo y vuelve a resucitar, Dylan ha muerto y se ha levantado muchísimas veces. Bordeando los setenta, bien avalado por campañas de marketing – Dylan es Dylan, amigo – ha logrado tejer un álbum musicalmente deliciosamente arcaico pero absolutamente impactante por su contundencia artística, y, además, vende.

Definitivamente, un disco, este disco, puede cambiarte el día. La ingesta de este disco es beneficiosa para la salud. Creedme.