Hasta que el cuerpo aguante: Chicho Sánchez Ferlosio

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“Ay, si es que yo miento
que el cantar que yo canto
lo borre el viento.
Ay, qué desencanto
si me borrara el viento
lo que yo canto.”

Gallo rojo, gallo negro
Chicho Sánchez Ferlosio

Conocí a Chicho Sánchez Ferlosio, a través de mi pasión literaria y musical adolescente que todavía perdura. Aún diría más, no sé si realmente he abandonado del todo mi adolescencia, quizás me resista abandonarla para siempre, en una pugna inútil contra el paso del tiempo. A veces me pregunto si mi pasión musical y literaria no es una manera de luchar contra las leyes implacables del tiempo, una manera de arrebatar la tiranía cruel que supone el inexorable correr de las horas…….escribir, como diría aquél, también es una manera desesperada de huir del destino inmisericorde de la vejez y la muerte.

Esa pasión adolescente, decía, hurgó en recodos literarios que permitieron descubrir hallazgos dorados como el autor Rafael Sánchez Ferlosio, el que fue marido de Carmen Martín Gaite e integrante de esa inquietante generación de los cincuenta en España, de la que Ignacio Aldecoa es mi autor preferido, dentro de los prosistas, claro……..los poetas de aquel entonces son otro cantar…….Recuerdo vívidamente el programa de televisión “Si Yo Fuera Presidente” del ya desaparecido Fernando García Tola, mi descubrimiento de Javier Krahe, de Joaquín Sabina, de Hilario Camacho……..de Chicho Sánchez Ferlosio. A través de la música literaria (música que entroncaba con los juglares, que entronizaba debidamente el poder catártico de la palabra bien escrita), me decanté claramente por esa gente desconocida por mi generación (yo contaba por entonces quince años): me atraía, fundamentalmente, por el valor dado al lenguaje. También Luis Eduardo Aute ocupó un lugar prominente en aquella reivindicación fútil

Pero fueron Krahe y Sabina, dos completos desconocidos por entonces (corría el año 1983 o quizás 1984), asiduos colaboradores musicales del programa de García Tola, quienes me descubrieron a Sánchez Ferlosio…….a Chicho, hermano de Rafael, hijo de Rafael Sánchez Mazas, falangista de renombre y protagonista de la novela “Soldados de Salamina” de Javier Cercas (el propio Chicho aparece en la película homónima de David Trueba). Sabina cantaba su tema “Circulos Viciosos”, uno de mis preferidos…..y descubrí que era de Chicho (por cierto, Chicho demandó más tarde a CBS por cuestiones espinosas respecto a la verdadera autoría de la canción).

Chicho perteneció al conjunto de los descritos como marginados, artistas parias que se explayaban fuera del circulito establecido por grandes compañías discográficas, modas y fórmulas radiofónicas. Al propio Krahe le aconsejaba siempre no grabar ni un solo disco. Chicho solamente grabó uno en su vida de anarquista, titulado, convenientemente como “A contratiempo”. Chicho fue un agitador. Primero de su propia conciencia y, luego, de la del prójimo.

Chicho fue un poeta, que ejercía de tal. Era un poeta al modo de Baudelaire. Vivía, respiraba poesía… Y era un agitador de las buenas conciencias, amante de la literatura. Musicó muchos textos poéticos, entre los que destacan los de Carmen Martín Gaite y los del inefable Agustín García Calvo. Fue un abanderado de la lucha antifranquista, ejerció de resistente real, a diferencia de muchos que ahora se arrogan el papel de opositores al régimen, mientras medraban dentro de él.

Cuando descubrí a este francotirador certero, nada sabía de él. Solamente me interesaba esa utilización del lenguaje, adaptado a melodías musicales inefables y al sentir palpitante del pueblo, de la gente anónima, la gente del barrio.

Chicho fue un dignísimo heredero de la mejor tradición de la canción francesa. Heredero del mejor Georges Brassens. Asombroso poeta de lo cotidiano, descubridor de poemas castellanos a los que sabía poner música.

Alberto Pérez, parte del trío, junto a Sabina y Krahe, que inmortalizó un diminuto local madrileño llamado La Mandrágora y el disco homónimo, habla sobre la trascendencia de Chicho: “Chicho era, ya por aquella época y no sólo para nosotros, un auténtico mito, pues había escrito un puñado de canciones que, todavía hoy, nadie ha sido capaz de igualar. Yo tuve el privilegio de tratarlo asiduamente durante 15 años, en los que compartimos diversos proyectos, entre ellos la composición, mano a mano, de una veintena de canciones de ritmos diferentes, que yo grabé. Cuando murió, le dediqué un espectáculo, llamado “ La Orquesta Volátil ”, todo cantado a capella, en el que recreaba nuestras peripecias para componer ese repertorio, y que todavía represento en circuitos de teatro.”

Las canciones de Chicho no han perdido vigencia. A pesar de haber publicado solamente un disco oficial, las coplas de Chicho las conocía prácticamente todo aquel que se las daba de progre en la España de los setenta. Y había muchos que las consideraban anónimas o pertenecientes a la más arraigada tradición popular. Chicho fue popular sin quererlo, sin pretenderlo.

Aunque ahora no le conozca ni Dios, Chicho debería ser más necesario que nunca. De hecho, lo es. Contra la dictadura de lo soez, de lo que transpira malgusto, contra la ramplonería más rampante, contra la dictadura borreguil de los mercantilistas.

Fue anarquista, bohemio de ejercicio. Pero un anarquista íntegro. Nada ni nadie podía clasificar a Chicho. Impecable conversador, infatigable.

Fernando Trueba filmó en 1982, un delicioso documental sobre la figura de Chicho Sánchez Ferlosio , hijo de falangista, hermano de escritor ilustre, él bohemio, poeta, músico, un tipo íntegro, olvidado; en estos tiempos ingratos, desquiciados, necesitaríamos muchos Chichos ¿dónde cojones están?

Preguntar la realidad /
sin intentar transformarla /
eso es pasar por la vida /
sin romperla ni mancharla. /
Hay quién sigue caminos /
que son igual /
que el del sol cuando pasa /
por el cristal.