Revolución en traje de noche

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No son pocos los compañeros ya consagrados, sin crédito a sus espaldas, del famoso corrillo indie de este país que debieran hacer suyas tantas lecciones que Deneuve han ido repartiendo en su escalada musical, de cinco en cinco peldaños. Una de éstas es sin duda carencia común en el sector: una puesta en escena atractiva. El directo de Deneuve saca a relucir una banda potente que ahoga su vertiente más pastel (a las claras, ñoña) cediendo paso a un pop guitarrero y lleno de bellas melodías que se juegan entre guitarras y violines, marcando refuerzo instrumental y con una vivacidad nada habitual que ayuda a meterse de lleno en la actuación. Pero tampoco nos rindamos al engaño, no todos pueden disponer del repertorio del que gozan estos simpáticos cordobeses pues con tan sólo dos discos largos han evidenciado una salud compositiva dificil de alcanzar, contando inclusive la apropiación de poemas, nada de adapataciones ni poemas musicados, de su inmenso Llueve revolución. Con todo ello raro sería un malogrado concierto suyo y desde luego la cita de presentación en Madrid ni de lejos fue excepción. Dieron apertura con un precioso tema de título «Fuga» (poema de Carlos Pardo) constatando un excelente sonido y mostrando con mimo lo bien que les cuelgan el directo a las piezas de Llueve revolución, mirada hacia la interpretación de «llaves para una boca» (Vicente Luis Mora) para confirmar. Las primeras concesiones a El amor visto desde el aire, intenso debut de la banda, llegaron de la mano de «novia para un festival» y «playa romano»,con algún timido coro desde el público. Por su parte «perder el miedo» y «el poema de jane» (texto a cargo de Pablo García Casado), ya con el doblete violinista clavando melodías, me inyectaron la sensación de estar disfrutando de un concierto bien especial donde hasta lo más remoto como la imagen marchaba por el camino a la perfección. Todo cuadraba; agradecida intensidad en todas y cada una de las piezas concediendo paradas justas, sin sobrecargo alguno y una total compenetración entre los siete magos de escena -seis cuando no requerían los servicios de la violinista- que echaban los restos en su recital y adornaban de comicidad los descansos (en «san Valentín» demostraron que también los errores). «La chica del pelo rojo», reclamada con aterioridad, sirvió para terminar de encender el buen entendimiento entre el respetable y Deneuve, con un Adolfo visiblemente emocionado por la acogida y la cofianza que enganchaban los coros como bien sucediera en «mejor mala que tonta» (demasiado simpatizante del Magic English entre el público) y «que me entierren en París» (Joaquín Pérez Azaústre en las letras). Aún así lo mejor del evento vino seguido tocando techo al lucir sus mejores trajes, «Saint Denis 3.0» y «L’enfant Terrible» (con emotivo texto de Elena Medel), remitiendonos a uno de sus impagables versos: «…pero me rechazó con la distinción que le supuse. Pez azul chocando contra mis tobillos, el cielo de su boca se encapotó al querer cruzarlo: demasiado azul, demasiado azul, demasiado azul». Sin pegas y con un suspiro de satisfacción. Y es que no hay mayor juez que el concierto.