Senza Ritorno.

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Himno crápula por excelencia, «Me cago en el amor» presentó en sociedad a un artista que, si no existiera, habría que inventar. Ahogando en grappa sus experiencias anteriores (Tijuana In Blue, Kojón Prieto), Antonio De La Cuesta renacía transformado en un cruce imposible entre Adriano Celentano, Renato Carosone y Luis Aguilé. Con sus sonrisa pícara y sus ojos de querer, «Mondo Difficile» (Chewaka-Virgin,) conoció ediciones en Alemania, Arabia, Argentina, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Polonia, Portugal, Suecia, Suiza, Turquía y Uruguay. Y aún más, conquistó Italia, traspasando la frontera del disco de oro -más de setenta mil unidades vendidas- y desatando el fenómeno Tonino Carotone en la que es, desde entonces, su segunda patria.

Tres años, un par de películas y un millón de cañas después, il ragazzo de Pamplona se consagra con un álbum producido por Arturo Soriano (Antonio Flores, Rosario), demiurgo de un universo donde mandolinas y trombones, acordeones y guitarras portuguesas encuentran naturalmente su sitio. A publicar el próximo 29 de septiembre, «Senza Ritorno» (Virgin) nos devuelve al corner del neorrealismo navarro y la filosofía de txakoli. Apoyado en una banda de campanillas, Tonino nos habla de eso que llamamos vida, lo que para Marisol era una tómbola y para él, una diligencia con la montura desbocada («La Caravana»), una búsqueda permanente de cariño («Amor Jíbaro») o -el caso de su primer single- un Dragon Khan enloquecido. Cantado en castellano, un inglés bien macarrónico y hasta japonés, «La Noria» es con su prólogo Morricone y su imparable riff de saxo una atracción ineludible en ese parque de atracciones que es el pop nacional. Si te subes, le cogerás el gustirrinín y no podrás bajar. Y entonces, sabrás porque la nueva aventura de Tonino Carotone se llama «senza ritorno», es decir, sin regreso.