Bruce Springsteen and the E-Street Band: del kaos y lo sublime en Santiago de Compostela

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Haré primero un rápido repaso al kaos. Yo nunca había estado en el recinto. El Monte do Gozo suena en general bien pero su capacidad de aforo está muy sobreestimada. Claro que caben 40000 personas allí pero a costa de que en cuanto cojas sitio no puedas moverte de allí. La forma de anfiteatro hace que cualquier intento de abrirte paso hacia las primeras (o penúltimas incluso) filas sea un peligro de caída para el interesado y quienes lo rodean. Así pues a mí me tocó ver al Boss a tamaño muñequito de Lego.
En cuanto a la entrada al recinto… pues poner dos entradas para treinta y pico mil como mínimo es una gran burrada… y como máximo podría haber sido algo muy gordo. En cuanto a las colas, las de última hora fueron de verdad, pero tambien se formó una cola ficticia en la entrada que da a los albergues, donde la gente en vez de bajar junto a la puerta (una pequeña explanada con capacidad para que nos amontonáramos unos cuantos) se puso a estirar la cola por el medio de los barracones. Yo por supuesto, bajé a la explanada y al poco de abrir las puertas ya estaba dentro… más o menos porque estaba diseñado un redil para que fuésemos poquito a poco en plan ovejas hacia el interior de verdad. Aquí además me di cuenta de que lo de pagar la entrada era una burrada. Con un poco de suerte y de estar atento cualquiera se puede colar… ya saben eso de que no se pueden poner puertas al campo y menos si hay montículos más altos que las vallas.

Dejando a un lado los problemas estructurales del recinto y la penosa organización, pasamos a lo sublime. Y lo sublime fueron tres horas de concierto de la E-Street Band con el Jefe a la cabeza. Quien me conoce sabe que Springsteen no está entre mi lista de favoritos y que no me gusta nada el sonido de la mayoría de sus discos (de hecho mi favorito es el Darkness on the Edge of Town, que suena más garajero y crudo) pero las referencias que tenía de su directo a través de DVD eran más que buenas. Pues bien, Bruce superó todas mis espectativas.

Comenzamos porque la banda tiene algunos músicos que me encantan. El primero Nils Lofgren, gran guitarrista y multi-instrumentista, especialista en slides, folk y country pero conocedor de cualquier género disponible. Él fue quien a las 22:10 dio la señal de salida con su acordeón al son de la famosa «Rianxeira» coreada por el tendido. Detrás, salieron Steve Van Zant, otro guitarrista de otro estilo; rock&roll vieja escuela; y el gigantón Clarence Clemmons saxo y percusión con clase desde New Orleans y a la cabeza un grande de la música, eso me quedó claro el domingo.

El arranque con Badlands trajo algunas dudas; ya sabíamos que era el último concierto de una larga gira y que eso pesa y más en una gente que hace mínimo dos horas de show, así que la voz empezó un poco rota. Aún así, Badlands es un trallazo (además del Darkness…) y en cuanto pasaron dos temas más, la voz de Bruce entró en calor y se acabaron las dudas.
La E-Street es una banda de rock potente y bien engrasada así que con el sonido a favor y el público entregado empezaron a escupir tema tras tema sin tregua. En Outlaw Pete se proyectaban sobre el fondo del escenario imágenes desérticas mientras Nils tocaba endiablado su Lap Steel. Tras un par de temas más en ese palo pop-rock tan marca de la casa, llegó la caña rockera con la casi hard rock Adam Raised A Cain con Springsteen como inspirado guitarra solista que desembocó en Murder Incorporated con duelo a tres guitarras incluido.
Pequeña bajada de pistón con Darkness On The Edge of Town y, como no, con un predicador como el Boss, tocaba algo soulero y un larguísimo Raise Your Hand nos mostró al Springsteen más cercano al público; fue recogiendo papeles, cartones y pancartas con títulos de canciones de los más variopintos y amontonándolos en el escenario mientras nos pedía que eleváramos nuestras manos hacia el cielo… y aquí llegan las sorpresas.

De un cartel pintado en llamas surgía Burning Love, que Bruce se empeñó en que no se la sabían… tras unas bromas y un recordatorio por parte del teclista, arracaron una gran versión de Elvis que prácticamente enlazaron con otra petición del respetable ¡Born to be wild! que sonó potentísima e inspirada.

A partir de aquí todo era ya una fiesta, con un Waiting on a Sunny Day en la que el estribillo fue cantado por una niña a la que el Boss puso el micro para satisfacción del respetable, más bromas con This Life ¿en qué tono iba? y traca final con Lonesome Day, The Rising y el mítico Born to Run.

Pero quedaba el bis y casi sin tregua, apareció Bruce con su acústica para acometer No Surrender y a partir de aquí, Glory Days con solos para todos y las versionazas de Rockin’ All Over the World y Twist & Shout con el riff de La Bamba. Aquí el Jefe se tiró al suelo jadeando «Ya no más», llegó un doctor a tomarle el pulso y de nuevo Twist & Shout enlazando ya con lo que sería el final: Born in the USA.

En fin, ¿que Springsteen es un poco rock para todos los públicos? De acuerdo. ¿que habrá a quien no le va su implicación política? Vale. ¿Que se puede discutir su calidad musical en cuanto a creador de canciones o sus últimos discos? Pues puede. Pero lo que no es discutible es que Bruce y la E-Street Band ofrecen lo que debe ofrecer un concierto de rock&roll de verdad: sangre, sudor, guitarreo y complicidad con el público. Si además valoramos la calidad de los músicos y del sonido que pudimos vivir, casi puedo asegurar que hoy en día es un espectáculo prácticamente único.
Lo que de verdad podemos discutir es si la entrada vale lo que cuesta pero si llegamos al acuerdo de que hay unos pocos en el mundo que sí lo valen, uno de ellos es sin duda Springsteen. Por cierto, ¿he comentado que la media de la banda anda cerca de los 60 años?