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Viví Durante un tiempo en Londres. Y tuve la suerte de estudiar en el centro geográfico de la efervescencia mareante del Soho londinense. Allí, espoleado por la imaginación, pude casi sentir las bulliciosas multitudes de mods que acudían al Marquee, en Wardour Street. Pude recrearme en divagaciones imposibles acerca de los Stones (grabaron su primer álbum en los estudios de Regent Sound, en pleno Soho) o de Bowie, quien también grabó en los estudios Trident, en St Anne’s Court.
También destaca en mi memoria la oferta apabullante de música que el Soho ofrecía (desgraciadamente, hace poco que he vuelto a Londres y muchas tiendas han tenido que cerrar), especialmente en Denmark Street, donde los músicos londinenses adquieren sus instrumentos en tiendas milagrosas y donde me documenté profusamente en una maravillosa librería exclusivamente musical llamada “Helter Skelter” (por cierto, hace un mes, en mi última visita a Londres, había cerrado)
Pero, entre todos los fantasmas y emblemas que el Soho encierra, mi preferido es el club de jazz Ronnie Scott’s. Y, sí, lo habéis adivinado, escribo esto porque el club cumple 50 años. La importancia capital de este c
