Fermín Muguruza & Kontrabanda

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Como todos habéis aprendido sentados en las rodillas de vuestros mayores la
censura era esa costumbre tan española -tan nuestra- que según nos contaban
existió hace tiempo y que consistía en ilegalizar opciones políticas, en
impedir que existiese libertad de prensa y de expresión, en tenerse que ir a
algún país vecino a ver películas más o menos interesantes porque aquí
estaban proscritas y en no poder ver los besos de las películas que se
estrenaban aquí, porque los cortaban.
Nada que ver, por supuesto, con el estado democrático del que disfrutamos
hoy, por lo menos en cuanto al tema de los besos se refiere: yo misma, sin
ir más lejos, he visto hoy a una pareja besándose en el balcón de Palacio
Real. Era un beso casto, eso sí, como queriéndo restarle obscenidad al
acto….

Pero os preguntaréis qué diablos hago contandoos todo esto en medio de la
crónica de un concierto: pues veréis, yo tengo una teoría. Creo que todo lo
que nos cuentan es mentira y que el tema de los besos tampoco está superado
en este país.
A tenor del revuelo que los conciertos de Fermín Muguruza y Kontrabanda
despiertan ultimamente entre algunos de nuestros convecinos se ha hablado
mucho. Y no me refiero al tipo de revuelos «en qué coche vamos», «a qué hora
quedamos» y «quién pilla las entradas» como sería de esperar, sino más bien
otros de tipo «a ver con qué excusa les impedimos tocar esta vez».

Os dirán que persiguen actitudes delictivas y palabras ofensivas donde sólo
existen letras de canciones, os dirán que les molesta la actitud de alguien
que tiene la imposible habilidad de transformar un micrófono en un arma de
destrucción masiva… pero no. A esta gente lo que les molesta en realidad
es el beso con lengua, de más de dos horas que Fermín, la Kontrabanda y toda
una marea humana de entusiastas se dan en público -a sabiendas de que la
complicidad y la simpatía no son obscenas- cada vez que tienen ocasión de
encontrarse.
También en Madrid.

Vivan los besos de tornillo. Fermin ta Kontrabanda aurrera!