Josele Santiago y sus Lecciones de Vértigo

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Uno padece la enfermedad incurable de gozar con canciones. Reconozco que me gustan más las canciones, un género literario y musical en toda regla, como tales, que discos entendidos como un concepto, eso que estuvo tan de moda en los primeros años setenta. Un buen disco, se nutre de buenas canciones. Un buen libro de relatos, está formado por fascinantes historias breves. Cada canción es un todo en sí mismo, cada historia también.

Debe ser un reflejo de mi pasión literaria por los cuentos, por las historias cortas. La brevedad, la estrechez impone unas reglas difíciles de manejar. Y existen pocos maestros en el arte de las distancias cortas.

Josele Santiago es uno de ellos. Un virtuoso en el doble mortal de abordar temáticas diversas a través de acordes y letras directas, metafóricas, alegóricas, a veces mordientes. Las más de las veces, algunas veces, atesoran ironía saludable. Muchas letras de la calle, de esa calle que se palpa palpitando en el espíritu de un chinarrín que se ha criao en la calle. Con un poso de campo, también es verdad. Un campo que siempre alberga borricos. Y la mar, la sal, el azul siempre presente. Por no hablar del verde, otro traje de la mar que, si bien puede ser un color vulgar, uno siempre se afirma en ser como es.

La música: un tío de la calle que se precie, que se preciara, siempre siente el rock and roll. Aquí lo hay, y varias de sus variantes, pero en dosis medidas sabiamente, con más roll que rock. Descargas que huelen a Enemigos, pero que pronto se disuelven para volver a lo que Josele es y viene siendo: sus medios tiempos, sus querencias por el jazz. Aquí estribillos pegadizos, sí; allí solos de guitarra muy personales, identificables pero siempre medidos, tímido que es el chinarrín de la calle. Su versión de rigor……….una exquisitez acerca de la dignidad que implica el ser verde.

Cómo no llegar a esta conclusión, cuando uno calibra la trayectoria de nuestro Josele Santiago: La facultad de un tío que observa la calle y sus pobladores y que intenta confeccionar canciones con las imágenes que recoge, llega a un punto de cocción con estas lecciones de vértigo que solamente puede calificarse de óptima. Y no caigamos en el tópico de que ha llegado a su “madurez”, no, por favor. La madurez tiene una connotación aburrida que nada tiene que ver con este disco ni con los que lo precedieron. Un punto más de maestría, sí.

Seguiremos gozando con la difícil confección de la brevedad. Con la extraña facultad de escribir canciones. Y con los pocos maestros que lo hacen posible. Como el Maestro Pocero.

Fotografías: Txus.
21 de mayo de 2011.
Auditorio Victor Villegas de Murcia.
(Desde la butaca de la fila 7)