Maurice Jarre: Las bandas sonoras de una vida

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Acontecimientos banales, a la vez trágicos, pero sin mayor trascendencia para la cotidianeidad, al fin y al cabo hacen que uno recuerde aspectos de su vida, que han sido decisivos en el devenir intrincado del desarrollo de la personalidad de un ser humano.

La muerte de Maurice Jarre, compositor de bandas sonoras de películas que han determinado mi vida, no deja de ser un hecho banal en sí mismo. La muerte de un ser humano es vulgar. Todos estamos abocados a desaparecer. Fatalmente.

La muerte de Jarre, me ha hecho sentir. Sentimientos activados por el solo hecho de conocer que Maurice Jarre ha fallecido el pasado 29 de marzo. Y, de manera completamente irresistible, me vienen a la mente sus prodigiosas bandas sonoras, sobre todo las que compuso para un director británico, un director de ambiciones épicas, sin abandonar un intimismo delicado, en perfecto y espectacular equilibrio. David Lean trabajó con Jarre en tres películas. Suficiente para dejar una huella eterna.

David Lean y Maurice Jarre conformaron un tándem solamente comparable al que conformaron Federico Fellini y Nino Rota, o Bernard Herrmann y Alfred Hitchcok, o Sergio Leone y Ennio Morricone…….La imagen y el sonido en un complemento perfecto. El sonido al servicio de la imagen y, en muchos casos, al revés.

La música como vehículo expresivo de emociones que uno contempla en pantalla. La música como creador de un clima, psicológico, ambiental.

Maurice Jarre tuvo una formación musical muy tardía. Y se formó musicalmente como percusionista. Curtido como compositor en el Teatro Nacional Popular de Francia durante doce años (“La mejor época de mi vida, la más difícil, la más interesante, la más excitante”), fue allí donde adquirió el sentido dramático de la expresión musical.

La primera colaboración de Jarre con David Lean fue la monumental “Lawrence of Arabia”, de 1962. Jarre trabajó contrarreloj, siendo un completo desconocido y habiendo entrado por la puerta de atrás en la producción de la película: fue contratado a última hora, a causa de la deserción del compositor habitual de Lean, Malcolm Arnold. Solamente tuvo seis semanas parta la composición de una banda sonora repleta de percusión exótica. Jarre obtuvo un Oscar a la mejor banda sonora.

La fuerza, el vigor de Peter O’ Toole (otro auténtico desconocido por el gran público, su primera película, uno de mis actores preferidos y un santo bebedor) quedarán asociadas a la música de Jarre

Y el torrente romántico de Doctor Zhivago, la siguiente película de Lean, el artesano épico del cine. Y la música de Jarre indisolublemente ligada a la preciosidad llamada Julie Christie, la Lara de la película, uno de mis amores platónicos de la primera adolescencia y una actriz sublime. También británica.

Jarre obtuvo su segundo Oscar (1965) por esta historia de amor desesperado, una de las más bellas películas de amor de la historia del cine (otra de ellas es, precisamente, también de David Lean: “Brief Encounter”, con el impecable Trevor Howard).

En 1970, David Lean estrena una película que fue injustamente despreciada por la crítica y vapuleada por el público, la incomprendida “Ryan’s Daughter”, con un Robert Mitchum impagable. Otra historia de amor imposible, de esos amores que nunca pueden salir bien, pero que son vividos con una intensidad y una pasión absolutamente irremplazables. Y todo ello, con un Trevor Howard apoteósico y un prodigio llamado John Mills (otros de mis actores más queridos y más injustamente desconocidos), enmarcado en el paisaje de una Irlanda turbulenta, un paisaje que forma parte de la película como si fuera un actor más. Una de mis películas más queridas. Maurice Jarre fue, cómo no, el autor de su banda sonora.

Jarre fue, también, autor de muchas otras músicas cinematográficas para otros directores: John Huston “The Man Who Would Be King”, “Witness” y “The Year Of Living Dangerously” de Peter Weir……pero, para mí, para mi particular idiosincrasia, Jarre fue el mejor compañero de viaje del auténtico hombre de cine que fue David Lean. Fue el autor que acompaña la torridez provocada por Julie Christie, la salvaje avidez de gloria de un jovencísimo Peter O’Toole y la tragedia adultera que sufre un atormentado Robert Mitchum en los terroríficos temporales de la costa irlandesa.