‘Si la muerte me mira de frente me pongo de lao’ es el título de novísimo disco de Los Ilegales que sale ya por ahí a darse un garbeo por las tiendas.
Lo edita el propio Jorge Martínez en su recién estrenado sello discográfico, llamado como la famosísima canción que aparecía en su primer disco: ‘La Casa del Misterio’.
Cansado de peleas con toda clase de ejecutivos, el siguiente paso es pelearse consigo mismo y lanzar sus propios discos no sólo en España, sino en todo el mundo.
La distribución va a ser cosa de El Diablo, división rockera de Gran Vía Musical, que parece que le va a dar bastante apoyo al grupo asturiano en los próximos meses.
Con este undécimo disco vuelven a la formación de trío que devuelve al grupo la inmediatez de los principios, con la potencia transgresora de “Caramelos podridos” o la melancolía cínica de “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”; pero con temas nuevos, donde en “El Demonio” o en “Motín en la prisión” mantienen vigente su sonido explosivo de siempre, o bien la tensión apenas contenida de tiempos pausados como “Libérate” o “Chica del Este”.
Un disco seminal, urgente y necesario en el actual panorama musical, donde escasean personajes de la talla del “Ilegal”.
Ilegales son un grupo que, sin impostura ni pose, se mantienen intactos en la posición que obtuvieron por mérito propio a principios de los 80 en la escena rock española. El secreto es sencillo: son así. Un cantante que en su debut es capaz de retar a todos los asistentes a su primer concierto en Madrid (Rockola, 1982), o que es capaz de cantar que los hippies son unos sucios a los miles de “progres” que asistían en el mismo año a los conciertos de Miguel Ríos, está claro que tiene carisma y mucho valor.
El nuevo álbum recuerda la noche en que su padre le echó de casa, narra batallas ganadas en clubes de alterne, las aventuras de unos delincuentes infantiles, y hasta ofrece la visión de los acontecimientos del 11S bajo la óptica de un joven árabe. Todo ello con el barniz rockero que siempre ha sabido imprimir la banda a sus canciones; pero con un toque de fuerza renovada que sólo puede provenir de lo auténtico.
“El rock es una señal electrónica que incita a la violencia”, dice una de las canciones, (ofrecen puñetazos a quien quiera discutirlo).