The Concert For Bangladesh (1 de agosto de 1971): Apuntes para su cuarenta aniversario

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Sé que, quizás, y, de hecho, involuntariamente, me he convertido en un cronista de eventos pasados, que sucedieron en épocas ya remotas, como en este caso, hace ya cuarenta años. Sin embargo, por alguna razón oculta, me veo obligado a divulgar, como hice en mi puesta de largo en Requesound con el apasionado artículo sobre el concierto filmado de “The Last Waltz”, documentos extraordinarios, que lo fueron, no solamente en el momento en el que acontecieron, sino que lo siguen siendo en el momento presente. Todavía conservan ese carácter de acontecimientos excepcionales, no sobrepasados por eventos posteriores y rodeados de circunstancias especiales que les conceden una pátina de singularidad absolutamente intransferible.

Hete aquí que este año celebraré, de algún modo, probablemente extravagante, los cuarenta años del concierto benéfico por Bangla Desh, un concierto (en realidad fueron dos), dejando de lado las connotaciones filantrópicas inherentes, de una calidad musical inédita y, visto desde la perspectiva que el tiempo amenazante regala, casi milagroso, teniendo en cuenta las circunstancias apremiantes en las que se organizó.

Importa la música……..y ésta se activó por una causa de ésas que ahora llaman “solidarias”………en fin, las intenciones fueron buenas, aunque circulan leyendas que aseguran que el parné se esfumó, o gran parte de ello. La versión oficial es que el dinero fue suficiente. Pero, francamente, me da igual. No confío demasiado en las causas redentoras tan publicitadas……….desconfío de manera instintiva de todo aquello celebrado en nombre de una ONG………si quieres ayudar, hazlo, hermano, pero no lo pregones a los cuatro vientos. La buena causa fue la devastación causada por una guerra civil, la hambruna y las inundaciones en el territorio que perteneció al este de Pakistán.

Ravi Shankar fue el instigador. Shankar era un reputado intérprete de sitar, esa especie de guitarrón indio, con su sonido metálico amplificado, introducido por George Harrison en la música pop: “Norwegian Wood”, la genial canción de John Lennon para The Beatles tuvo el honor de ser la primera en tener un sitar. Pronto, Brian Jones de los Stones, lo utilizaría para “Paint It Black”.

Y Shankar tenía al hombre adecuado para activar la fuente de ingresos necesaria: George Harrison, ni más ni menos que un “beatle”, sinónimo de dinero y de popularidad mundial. Y, ejem, también de buena música, por cierto.

La buena voluntad de Harrison hacia su maestro – fue Shankar quien le introdujo en los entresijos del instrumento asiático – fue decisiva. George se activó inmediatamente. El caso es que había que actuar, y rápidamente. Lo primero, había que contar con músicos lo suficientemente populares para que el concierto tuviera el tirón necesario. Lo curioso fue que, ante el poco margen de maniobra (había que montarlo todo en apenas un mes, pues los dos conciertos se iban a celebrar en el Madison Square Garden de Nueva York y éste solamente estaba vacante los primeros días de agosto), ante el alto grado de improvisación, sin quererlo, se celebraron dos conciertos épicos y memorables (sobre todo el segundo, por cierto).

George tuvo que estar colgado al teléfono: incluso llamo al resto de The Beatles….solamente Ringo acudió al rescate. El bueno de Ringo, no podía ser otro. Lennon adopto su cinismo característico y McCartney rechazo tajantemente una posible reunión de los fabulosos. Las cosas todavía andaban calientes tras la debacle, solo un año antes.

Contando ya con el plantel de músicos indios, reclutados por Ravi Shankar (la primera parte de los conciertos, estaba dedicada a la música india), el problema residió en poder reclutar a músicos significativos, con un tirón demostrado.

Así que, con Ringo, George tiro de agenda……..muchas complicaciones…….aunque encontró un plantel bastante más que digno; cada uno de ellos daría para más de un artículo:

Carl Radle: Bajista de Derek y los Dominos, con quienes George colaboro en las sesiones de grabación de “Layla and other assorted love songs”. Posteriormente fue músico de sesión y asiduo de Clapton, hasta su muerte en 1980, con solamente 38 años.

Billy Preston: que decir de este tipo, un autentico genio. Pianista y organista desde su mas tierna infancia, ha tocado con Mahalia Jackson, Ray Charles, Little Richard…..fue cuando estaba de gira con la reina del rock and roll cuando se topo con The Beatles en Hamburgo. Colega desde entonces, participó como pianista en las sesiones de grabación de lo que sería “Let It Be”. Luego colaboro con Lennon, Harrison y Ringo en sus carreras en solitario, además de ser organista con los Stones en muchos de sus mejores directos.

Leon Russell: músico de sesión de alta reputación, multiinstrumentista, asiduo en grabaciones comandadas por Phil Spector, inicio su carrera en solitario en 1970, con un grupo de amigos deslumbrante, entre los que se encontraba George……..colaborador también en el primer álbum de Clapton en solitario, Russell es una institución en sí mismo. Fue, de hecho, el coordinador musical del concierto.

Jesse Ed Davis: miembro de la banda de Taj Mahal, guitarrista expresivo y metódico, fue un músico que colaboro con muchos otros en sesiones de grabación, abordando su carrera en solitario con discos magníficos, destacando su fructífera colaboración con el antiguo miembro de los Byrds, Gene Clark, con quien colaboró en dos de sus discos más inspirados. Murió demasiado joven para poder desarrollar todo su brillante potencial.

Klaus Voormann: Estudiante de arte en Hamburgo, cuando los Beatles recalaron en la ciudad portuaria alemana, pronto fue admitido en el círculo cerrado de la banda. Fue el diseñador y dibujante de la portada de “Revolver” y bajista de la banda británica Manfred Mann. Posteriormente fue bajista de sesión en muchos proyectos en solitario de George y John, colaborando también con Ringo.

Jim Keltner: qué decir del viejo Jim…….un soberbio baterista que ha trabajado con todo el mundo, especial amigo de George, colaboró intensamente con tres de los músicos que aparecieron en este concierto: el propio George, Eric Clapton y Bob Dylan.

Don Preston: reputado guitarrista, especialmente vinculado a Leon Russell, aunque fue un solicitado músico de sesión durante los cincuenta.

Badfinger: banda británica, protegida de The Beatles, que grabó para el sello Apple, siendo producidos por George, alcanzando un gran calidad a primeros de los setenta: Pete Ham, Tom Evans y Joey Molland, aportaron sus guitarras acústicas.

Mención aparte merece Eric Clapton, viejo amigo de George, estuvo sumido, por entonces, en un periodo dominado por adicciones que afectaron a su actividad musical, después de su gloriosa y fugaz aventura con los Dominos (durante la cual estuvo también intensamente colgado de la heroína). Clapton, con una salud decrépita voló a Nueva York desde Londres, un día antes del concierto…………Una semana antes se habían reservado sucesivos vuelos para Mano Lenta, pero éste intentaba pasar el mono en Londres y, hasta última hora, no subió al avión. Harrison, mientras tanto, ya buscaba sustitutos para el guitarra solista. Es así que contactó con Jesse Ed Davies, quien tuvo que hacerse un lado para dejar paso al cadáver de Clapton. Este cadáver, aunque tuvo que ser reanimado antes de aparecer en escena, pudo demostrar su solvencia, aunque, según sus propias palabras con una guitarra equivocada: Una Gibson Byrdland, de cuerpo hueco, en lugar de utilizar una Fender Stratocaster sólida. Sin embargo, su intervención es brillante, como no podía ser menos.

Otra mención específica, es, por supuesto, Bob Dylan. Dylan no aparecía en un escenario desde el festival de la Isla de Wight, en 1969. Participo en los ensayos con George, pero declino aparecer a última hora. Sin embargo, y siendo fiel a sí mismo, acudió al concierto, sorprendiendo, no solamente al público asistente, sino al propio Harrison. Dylan ofreció un concierto acústico, complementado por las intervenciones de Leon Russell al bajo y el propio Harrison a la guitarra eléctrica, con Ringo aportando ritmos de pandereta. No volvería a aparecer en un escenario hasta la gira que inició con The Band en 1974.

Con tal amalgama de músicos, una “orquesta” mastodóntica a gusto del productor Phil Spector (también se añadieron vientos a cargo de los Hollywood Horns: Jim Horn, Allan Beutler, Chuck Findley, Jackie Kelso, Lou McCreary y Ollie Mitchell), el concierto pudo derivar en un auténtico desconcierto, pero, afortunadamente, no fue así: la profesionalidad, la sincera amistad y la participación desinteresada, aún con los nervios normales, produjeron una música memorable que sigue siendo, aún hoy, uno de los conciertos con más calidad de la historia del rock.

A mis catorce años, descubrí el disco y su libreto (recuerdo que me costó descubrir quién era Eric Clapton en las sabrosas fotos que escondía) en casa de mi hermana mayor. Fue ahí, justamente, cuando descubrí a Bob Dylan, cayendo rendido a sus encantos desde la primera nota de “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”. Fue cuando me acerqué al barbudo Russell, enamorándome de la espectacular versión que hizo del “Jumpin’ Jack Flash” de los Stones, enlazándolo con el “Youngblood” de Jerry Leiber y Mike Stoller. Fue cuando la alegría de Billy Preston y su órgano magnético me contagiaron el ansia por la música negra. Fue cuando descubrí a Badfinger, y a Jim Keltner. Y, a través de Jesse Ed Davis, me encontré con Taj Mahal.

No solamente el concierto para Bangla Desh abrió una veta en la música popular (los sobados conciertos benéficos), no solamente se pudo ver a George Harrison en forma, después de no tocar en directo ante el público desde 1966 (con The Beatles en San Francisco), sino que fue, además, una oportunidad única para contemplar mucho talento, una base esencial de la música popular del siglo XX.

Y, para la sensibilidad a flor de piel de un adolescente de catorce años, fue una ventana abierta a intensos goces musicales que perdurarán toda mi vida.