El Cuarto Oscuro: James Booker

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Inauguramos esta sección, titulada “El Cuarto Oscuro” para honrar a músicos desclasificados, olvidados, oscurecidos por el resplandor de las estrellas de turno, músicos indispensables pero fatalmente destinados al limbo de los mercenarios.

El primer capítulo está dedicado a la memoria de James Carroll Booker III, pianista y cantante: “La música es un arte misterioso….y la gente que es buena en ello…..obtienen una pizca del misterio….y algunas veces algo de misticismo también. De hecho, todo el tiempo tienen atributos misteriosos y místicos, pero lo importante es si se dan cuenta de ello o no”.

Realmente Booker siempre fue consciente de su misticismo y de su atributo misterioso en la manera en que acariciaba el piano. No es sorprendente en un músico que nace en Nueva Orleans, una ciudad que prácticamente es sinónimo de jazz y Rhythm and Blues y, de manera específica, un emplazamiento geográfico esencial para el piano como instrumento.

El misticismo rodeó la infancia de James, imbuido en influencias religiosas transmitidas por sus progenitores, ambos implicados en la Iglesia Baptista: su padre fue ministro eminente de la Iglesia y su madre una destacada vocalista en el coro gospel. El pequeño aspiraba a deleitarse con las veleidades religiosas y místicas aspiraciones que le podrían conducir hasta el aliento sagrado de Dios.

Un infante precoz, James empezó a acariciar las delicadas teclas del piano cuando contaba con seis años de edad, estudiando las escalas musicales del piano clásico, aunque también se sintió atraído por los estilos sofisticados de su paisano Professor Longhair y, sobre todo, de un pianista local apabullante en su estilo, el amigo de la familia Tuts Washington. La influencia clásica siempre fue un ingrediente esencial en la música de Booker y toda una marca indeleble en su personal manera de abordar las teclas del piano.

Cuando era todavía un niño, James fue atropellado por una ambulancia – paradoja sarcástica-, lo que le provocó una rotura de por siete partes de una de sus piernas. Ello implicó que Booker quedara cojo para el resto de su vida, imprimiéndole un carácter que desarrollaría bajo otras facetas menos prosaicas.

En el colegio, Booker tuvo compañeros que se convertirían en ilustres músicos: El mismísimo Allen Toussaint y Art Neville. Este último forma parte del primer grupo que Booker forma con otros compañeros de clase, Booker Boy and the Rhythmaires.

En la misma época, la hermana de James, Betty Jean Booker, una sorprendente vocalista de gospel, da fe de sus facultades vocales todos los domingos por la tarde en la emisora local WMRY. James asistía curioso a casi todas las audiciones y su talento no pasó desapercibido: pronto fue contratado como pianista, una mezcla explosiva de los ritmos salvajes de la ciudad ribereña y de Rachmaninoff y Bach. James pasó a tocar junto a su banda de manera regular en la emisora y pronto asombró a los oyentes con su toque inspirado.

Otro artista oscuro, del que tendremos noticias pronto en esta sección, el productor Dave Bartolomew de Imperial Records, tuvo el suficiente ojo crítico para percibir la genialidad del joven de 14 años que tocaba el piano en la emisora. Así, le ofrece la oportunidad de grabar un primer single con su banda su “Doing The Hambone”, disco que no obtuvo las ventas anheladas. Hay que tener en cuenta que Booker era todavía un pipiolín, el artista más joven que tuvo Imperial, ni más ni menos el sello que publicaba a Fats Domino. Pues bien, Bartolomew puso a Booker para que interpretara muchas de las pistas de piano del Gordo: lo único que Domino tenía que hacer era aportar su voz a las pistas instrumentales grabadas por el niño prodigio.

Booker fue también observado por Paul Gayten, cazatalentos de la Chess de Chicago y le da la oportunidad de grabar otr