Los días del pasado

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Ayudándome del título de una película amarga de mi querido Mario Camus, estaba preguntándome muchas cosas al comprobar, sorprendido por su prolijidad, que, al menos, dos grupos de gran calidad como fueron Blur y los Specials, volverán a tocar juntos.

En algunos casos, sin parte de los miembros de las bandas respectivas, siendo sustituidos por mercenarios de lujo, y en otros casos componiendo repertorio nuevo, la proliferación de bandas que vuelven a escena – sobre todo eso, a escena y, algunas veces al estudio – provoca un sentimiento de aturdimiento que, en muchos casos, causa estupor.

Una cosa es la música que desarrollas, y otra debe ser la capacidad de supervivencia y de aferrase a la honestidad artística de cada uno, todo ello en un ambiente despiadado como es el negocio musical, aunque, pensándolo bien, todos los negocios son despiadados, voraces y, a veces, mortales. Los que lanzaron el negocio musical y comercial a cotas insospechadas, los Beatles, sufrieron, en mayor o menor medida, una crisis existencial y artística de dimensiones colosales que, a pesar de su precocidad, supieron remontar con dignidad. Y, por supuesto, es solamente un ejemplo. La historia de la música da mucho juego y es absolutamente inabarcable.

Ahora me entero que parece que vuelven los Smiths, después de 21 años de su separación, a pesar de lo que proclamó Morrisey con sorna: “preferiría comerme los huevos que juntar a los Smiths, y te lo dice un vegetariano”. Cuando muchos de mis amigos me tratan de clasicón en relación con la música, por mi inclinación a reivindicar música ya hecha hace algunos años, me asombro cuando ellos mismos acuden y disfrutan con fruición de aclamados regresos comerciales. Y a mi, en muchos casos, aunque en otros no, me dejan indiferente. Reuniones de antiguos camaradas en las que falta emoción, tensión, electricidad y compenetración musical, por no hablar de ausencia de diversión, son bastante patéticas. Una obstinación en recuperar un pasado irremediablemente fútil.

La frescura en la música es importante, al menos para mi. No estoy parapetándome en el prejuicio absurdo de que todos los regresos son indiferentes a mi tragona curiosidad musical, dentro de mis pequeños límites y dentro de mis propios gustos: he disfrutado de algunas.

En tiempos de crisis, los Blur aparecen el próximo verano en Hyde Park. Estar en lo alto del pop Business debe provocar un vértigo insoportable. Lo jodido es saber volver con una dignidad no maltrecha, con un perfil lo suficientemente alto como para saber reinventarse y volver a echar el vuelo. Que se lo digan (de nuevo un mero ejemplo) al espléndido Professor Longhair, quien volvió a su piano para no dejar escapar, en espíritu y en sensibilidad, a la buena música que nunca abandonó.

La avalancha de retornos, la tremenda crisis del negocio musical tradicional, la reinvención de cánones comerciales, la tremenda y abrumadora saturación de festivales musicales….todo ello y más factores que hora se me escapan.

Todo ello es negocio. Todavía me causa perplejidad, la callada sumisión de verdaderos artistas de blues negros que resurgieron, por investigaciones llevadas a cabo por blancos curiosos, en los años sesenta, en la estela de Muddy Waters y compañía. Gente como Hound Dog Taylor, todo un dechado de sentimiento, fue descubierto cuando contaba con 55 años. Lo único que le interesaba era tocar, ajeno a las exigencias económicas y comerciales.

Como decía Georges Brassens: “La edad no tiene importancia, cuando se es gilipollas se es gilipollas, gilipollas caducos, gilipollas debutantes….” Pues eso.